Y sigo entre lo más y lo menos,
merodeando ideas, navegando sueños.
Disperso, algo razonable,
vacilante entre verdugos libertarios.
Algo racional, aunque menos estúpido,
con pulpa mexicana y resina enroblecida.
Cuando me pregunten qué es lo que me gusta más de ti, estoy seguro que las palabras no serán suficientes siquiera para tratar de contextualizar la emoción al ver tu sonrisa, ni tampoco alcanzarán para dar a entender la dicha de tu mirada, y nunca podrán describir la sensación de calor que tus besos proyectan. ¿Entonces, qué les diré de ti? Sólo tu nombre, con el apellido de mi suspiro y un sueño.
El tiempo corrió y nuestro amor ni siquiera anduvo. Los días desfogados recorrieron nuestros cuerpos; nuestro amor nunca suspiró. Los días correteaban a la luna como los ojos persiguen la mirada en el espejo; nuestro amor no estiró las alas. Los días respiraron nuestro aliento; nuestro amor desfallecía por la noche. Los días fluyeron como si las olas se desprendieran y se escurrieran entre las estrellas; nuestro amor fue forjado entre angustia y cobardía. Los días pronto se acabaron; nuestro amor, una cría en agonía, es quien me regala una sonrisa, otro día. A ver cuántos días.
Este adiós despide
sueños, esperanzas,
un espíritu.
Este adiós
sepulta sonrisas.
Este adiós,
congela
una Idea;
con este adiós,
lloro.
Este adiós,
es para siempre
y para nunca.
Este adiós,
es mi huelga.
Este adiós,
es un adiós
y un rosario…
En el oleaje de tiritos
plateados,
naufrago,
me estrello una y otra vez
contra corales volcánicos
hasta perder la razón
entre la sal de una mirada
y la espuma de una U
no tan larga.
La marea
atormentada,
me escupe como
llovizna de tus ojos,
lentamente,
arrancando
en cada ola,
en cada lágrima,
los minutos
paradisiacos
de una página en blanco.
La tranquilidad de la noche me inquieta: sólo de imaginarme que estoy a unas horas de estar a su lado; de saber que abrazaré su cintura y la pegaré con tanta fuerza a la mía, me hace pensar en lo maravillosa que es mi vida.
La intranquilidad de las mañanas me altera: imaginarme que por largo tiempo no volveré a verla; saber que su cintura no estará junto a la mía, me hace pensar en lo jodida que está mi vida.
La lluvia resbala lentamente por la corteza,
robándose el día,
las sonrisas,
mi vida.
Las nubes se contemplan en los charcos,
su mirada es pálida y escurrida,
ensombreciendo
la perfección de tus abrazos.
Los truenos resonantes
y con el eco como aliado,
exilian al silencio
en pleno calvario.
La tierra se desgarra,
la impotencia destella,
nos hunde en la miseria,
la alegría es allanada por la tristeza.
La noche nunca fue tan parda.
Fue como echar un vistazo a un álbum de recuerdos,
sin la foto de tu vida a mi lado,
sin estar juntos de la mano.